No puedo ser. Jennifer Brady fue incapaz de contrarrestar el tsunami tenístico que es ahora mismo la japonesa Naomi Osaka y cayó en la final del Open de Australia por 6-4 y 6-3 en 1 hora y 17 minutos.
Naomi Osaka derrotó en las semifinales del Open de Australia a Serena Williams y la estadounidense tuvo la sensación de que había perdido contra su heredera, una adversaria a la que no podría batir.
Por eso, dejó la puerta abierta a una pronta retirada.
Osaka tiene todo lo que tenía le mejor versión de Serena y lo demostró una vez más en la final.
La japonesa, señalada por todos como la gran favorita, aguanta la presión como nadie.
Ha decantado a su favor cuatro de los últimos nueve títulos de ‘Grand Slam’: dos veces en Melbourne y otras dos en Nueva York.
Los otros cinco grandes han ido a parar a cinco tenistas distintas: Ashley Barty (Roland Garros 2019), Simona Halep (Wimbledon 2019), Bianca Andreescu (US Open 2019), Sofia Kenin (Open de Australia 2020) e Iga Swiatek (Roland Garros 2020).
Las dos finalistas aprovecharon que tenían el viento a favor para mantener sus primeros saques. Osaka le pega a la pelota como si le fuera la vida en el intento.
Si pega parada no hay posibilidad de devolver sus golpes.Su cara de póquer desespera a cualquiera. Lo vivió en sus carnes Garbiñe Muguruza en la ronda de octavos.
Con 5-3 arriba en la manga de desempate, la española disfrutó de dos pelotas de victoria y su rival las neutralizó como si se tratara de un entrenamiento.