Del Batey, de Escuelas, de Colegios y del César Nicolás Penson/ Articulo de Jonás Guzmán

Por Carmelo Soriano

Municipio de Haina, San Cristóbal.- Para el año 1980, Si eras Hainero, adolescente, de escasos recursos y querías continuar estudiando, pues aspirabas a conseguir un empleo en las empresas demandantes de personal calificado en el pueblo (Ingenio Rio Haina, Banco Popular, Cartonera Dominicana, Sea Land Service, Corporación Dominicana de Electricidad-CDE- y otras pocas), entonces tenías que ir al Colegio César Nicolás Penson (COCENIPE).

En tres años te hacías bachiller comercial, con conocimientos de Contabilidad, Mecanografía, Redacción, Taquigrafía, Aduanas y Archivo; también podías optar por el Secretariado Comercial, lo cual hacia la oferta académica altamente tentadora. Era como el pasaje de ida hacia la universidad.

Con la buena experiencia que ya tenía nuestra familia con nuestra hermana Eunice, que se había hecho bachiller en ese colegio y ya trabajaba en la oficina de administración del Ingenio y estudiaba contabilidad en la UASD, la ruta lógica para mi hermano Galileo y para mí, era irnos a estudiar a ese colegio; hasta allí, a sus instalaciones, ubicada en la calle Pedro Santana (una calle antes que el Colegio San Rafael), es decir, en el mismo sector del Centro de Haina, llegamos junto con nuestra hermana, en la cual y como de costumbre, recayó la misión de inscribirnos.

Al llegar a su local, con la fama ya ganada por este colegio, a mí me pareció algo pequeño, pero ya veríamos si esto solo era una percepción infundada; fuimos muy bien recibidos por la secretaria del colegio, Altagracia Rodríguez (la muy querida Tati), la cual nos hizo sentir cómodos desde esa primera visita al Penson. Sin embargo desde ese primer día nos hizo unos comentarios que serían fundamentales para nuestra estadía en ese colegio: “Los días de pago son los días 5 de cada mes, pasada esa fecha, el Administrador, Guillermo Sánchez los puede retirar del aula hasta que paguen y además, deben mantener la disciplina en toda el área del colegio, pues el Director, Leandro Abreu no permite desordenes de ningún tipo; otra cosa, las clases inician a la 1:45 de la tarde y deben ser puntuales”. Con estas advertencias hechas y con algunas aprehensiones, concluimos el proceso de inscripción y nos dispusimos a esperar la fecha de inicio de clases.

Así las cosas, en la primera semana de agosto, como a la 1:30 pm llegamos al Penson, cargados de ilusiones y luciendo el uniforme del colegio, compuesto por un pantalón color vino, camisa crema y unos zapatos negros; desde que asomamos a la esquina de la corta calle Pedro Santana, en la cual estaba el colegio, la vista se nos perdió de la cantidad de alumnos que circulaban en toda la calle, en dirección al Penson; unos iban otros venían, en una caravana interminable que, de inmediato mis cálculos mentales me confirmaban que tantos alumnos, no podían caber en el local de aquel colegio. Nos dirigimos a la dirección y en lugar de la secretaria, estaba un señor de baja estatura que hablaba con una persona y se daba unos golpecitos en la cabeza…como rascándose y escuchamos que, desde afuera de la oficina, alguien del vecindario le voceaba “Alejandro ya ta´ el café”. El hombre de los golpecitos en la cabeza era Leandro Abreu, Director del Colegio, el cual de inmediato nos verificó en la lista de inscripción y nos dirigió hasta el aula de primero del bachillerato.

Al llegar al aula, una habitación de gran tamaño, con piso de madera y algunos abanicos de techo, quedamos sorprendidos de la cantidad de estudiantes en la misma; nosotros fuimos las posiciones números 60 y 61 en reportarnos y siguieron llegando varios alumnos más, luego de nosotros; ya casi no quedaban butacas para los siguieron llegando y algunos se quedaron de pie, en la parte atrás del aula. Ese primer día contamos en el aula, unas 72 personas y faltaban más por reportarse a clases. A nosotros, que nunca habíamos interactuado con una cantidad parecida de compañeros de aula, aquello nos pareció un reto, pues manejar la disciplina entre adolescentes y en esa cantidad, sabíamos que no sería tarea fácil para los profesores.

Entre los que fueron llegando al aula había tanta gente conocida, lo cual nos ayudó a sentirnos entre amigos desde el primer día. Desde el Colegio San Rafael entraron junto con nosotros al Penson: Pascual Soto, Raquel Soriano, Betania Peguero, mi hermanita Rosa Estela Báez y claro, mi hermano de siempre, Juan Carmona; luego, del San Marcos, volvimos a encontrarnos con amigos entrañables como; Yoselin Correa, Alexis Gómez, Eliseo Disla y Rafael Santana Rangassamy (El Pana); por igual, conocimos a tanta gente nueva en esa aula, que nos es imposible mencionarlos a todos, sin embargo, me es difícil hablar de esa etapa de vida sin mencionar a compañeros como: Rafael Asencio Corporán, Erasmo Aquino Campusano, Angel Rafael Felix (Lenin), Leonardo Rijo, Dichoso Medina Pérez, Máximo Wilmo, Francis Concepción, Ramón Antonio Vásquez, Jesús M. Polanco, Gregoria Álvarez (Charo), Mario Portes, Rafael Hiraldo, Rosa Peguero, Diomaris German Garcés, Pedro Morla(Tony), Martha Sanchez, Leonardo Ramirez, Juan Severino, Wilson de Jesús, Yolanda Báez, Luisa Elaxis, Miguelina Paredes, Josefina Lopez, Altagracia Maldonado, Stalin Bone, Zenaida Segura, Miguel Mieses, Alícia Ramírez, Altagracia Mendoza (Morena), Juana Ramirez, Ramona Ureña, Luz Betania Jacobo, Pablo Martínez, Alfredo Gómez Polanco, Reyna Severino, Julio Coronado(Ñaga), Jose D. Balbuena, Joseline Nuñez, César Marte, Clara Garcia (Nueva), Dionis Segura, Josefina Ramirez, Alba Román, Margarita Pilarte, Francisca Solibel Mendoza (Panchita), Lucrecia Martínez, Julio Caputto, Pedro Julio Ortiz, Margarita Peguero, José Aníbal Cornelio (Papa), Nuris Carela, Altagracia Urbano, Dorca Mercedes, Mercedes Sánchez y tantos otros que el espacio y la memoria se hacen pequeños para mencionarlos; a todos ellos mis afectos y el fuerte abrazo de siempre.

Al salir a nuestro primer recreo, a eso de las 3:00 pm entonces comenzamos a entender la dinámica con la cual las autoridades del colegio manejaban el tema del espacio. Dispersas, en esa misma calle Pedro Santana, el colegio tenía rentadas unas dos casas, que funcionaban como aulas de desahogo para el local y además, la calle era prácticamente el patio del colegio, desde que daban la 1:00 de la tarde; como una ley no escrita y sin haberlo establecido, ningún vehículo transitaba por esa calle en horas de docencia. Por esa razón, el tema del espacio se sentía en menor intensidad, aunque persistiera. Nos dimos cuenta de que, era tal el liderazgo de Leandro Abreu y de Guillermo Sánchez en el área circundante al colegio, que los vecinos les facilitaban hasta sus casas para las cosas del colegio (Ahí entendí lo del café), incluyendo el baño, pues el del colegio era pequeño para la gran cantidad de alumnos inscritos. A esas horas de la tarde, un solo vehículo de veía en toda la calle, uno de color amarillo, marca Datsun 120Y, propiedad del profesor Guillermo Sánchez.

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